Leónidas María Gabín, persiguió la grandeza, sin embargo, lo sorprendió el infortunio de un accidente aéreo. fue un hombre humilde, sencillo, valiente y sincero.
Sus virtudes fueron mucho más grandes que sus defectos y debilidades. Hijo de Santiago María Villa, (Chago Villa) y Lucía Gabín Gil.
Hermano de: Lorenza, Maria, Genara, Cirila, Domingo, Apolinar, Jesús, Lucrecia y Rosa.
Leónidas María Gabín, estudió aviación en la Universidad de La Guardia College en la ciudad de New York, pasa a Federación Administrativa de Aviación en Philadelphia a través de la cual laboró como instructor terrestre (Ground Instructor) por varios años.
Leo cariñosamente, y también apodado Lión, fue sorprendido por el infortunio en el 1997, en un vuelo realizado desde New York a Massachusetts, en el cual transportó a varios turistas. Sin inconvenientes aterriza en el aeropuerto de Lawrence en North Andover y luego despega hacia la ciudad de New York.
De regreso, justo volando sobre la ciudad de Philadelphia, tuvo que realizar un aterrizaje forzoso, luego de que sus instrumentos fallaron, planeando en manipulación forzoza se produjo el accidente aéreo, estrellando la pequeña nave en un campo de softball; en el cual resultó herido de gravedad; recibiendo heridas y golpes en la cabeza. Resultando todo esto, en el retiro de la avión civil y perdiendo un contrato con la aerolínea Millionaire para la cual laboró por un período de 7 años que luego le dio su retiro.
En su recuperación del accidente aéreo, queda en silla de ruedas por varios años y milagrosamente Dios le dio la oportunidad de seguir viviendo con fuertes secuelas de traumas psiquiátricos, producto de los fuertes golpes en su cabeza.
Consecuencias de su búsqueda infinita de la grandeza: primer y único piloto graduado en Estados Unidos, oriundo de la comunidad de Blanco Arriba, Tenares, República Dominicana.
Falleció el pasado martes en la sala de emergencia del hospital Dr. Concepción Lajara del municipio de Tenares donde fue llevado en la madrugada aquejado de problemas de salud.
Por Jesús María
